Cuentos Kunas

Esta sección esta dedicada especialmente para los lectores infantiles y para los docentes.

Autoria del Pueblo Kuna

    El Cuento de la Mujer y la Tortuga Suisuret

Un buen día Esagunabiabalele le dijo a su esposa:

“Olomakdilisob, mañana es el día indicado; la tortuga llegará a desovar a la isla, por lo tanto iremos a esperarla”.

La mujer le contestó:

“Estoy de acuerdo, eso es lo que yo estaba pensando también”.

Mientras ambos se hundían en un dialogo ameno, las ultimas nubes recorrían el firmamento, invocando a la noche. Al rato la pareja regresó a su hogar y se acostaron a dormir.

De pronto, el aleteo y el canto del gallo irrumpió el tranquilo sueño de Esagunabiabalele y de su esposa. En ese momento él le recordó a ella:

“Al medio día partiremos a la isla, prepara las cosas que llevaremos”.

La señora asintió con la cabeza y comenzó a asar plátanos, luego lo mezclo con cacao y lo envolvió con hojas de bijao. Esto les servirá de comida en el trayecto de su viaje.

Antes de partir Olomakdilisob, visitó a su madre para informarle que iba a acompañar a su esposo a esperar la tortuga. La madre le previno de algo muy importante.

“Cuando veas la tortuga no te desesperes a tocarla; tócala primero con el machete, ya que existen diferentes especies de tortuga, las peligrosas son las pegajosas”.

Así se despidió de su madre, y se dirigió a donde estaba el cayuco para apoyar a su esposo en cargar los equipamientos e implementos que han de usar en la isla.

Una vez abastecido su nave se marcharon, el viento los llevó a su destino, y en la travesía, mientras ella contemplaba las olas del océano, preguntó a su esposo:

“¿Cómo vivirán los peces o los seres que habitan en estas profundidades sobre todo la tortuga?”.

Su esposo  desconocía la respuesta por lo tanto prefirió hacer muecas en señal de su ignorancia.

Al llegar a la isla, después de cargar todos sus enseres, recorrieron sus entornos, y él condujo a su amada al lugar donde la tortuga desovaría, le recordó no venir sola, ni tocar a la tortuga, tal como le advirtió su progenitora.

En la noche, Olomakdilisob cayó rendido en la hamaca, mientras tanto él miraba el anochecer adornado tenuemente con luces de luciérnagas.

Unos quejidos le hizo voltear su mirada hacia donde estaba su esposa, quien se movía desesperadamente como si quiera levantarse. En tanto la observaba se preguntaba asimismo:

“Que le estará ocurriendo a ella en sus sueños, nunca la había visto así”.

El hombre volvió hacer su ronda sigilosamente; la oscuridad de la isla estaba iluminada suavemente por las luciérnagas, parecía como si los insectos estuviesen apoderándose de la noche.

Mientras caminaba Esagunabiabalele por aquella isla, Olomakdilisob se despertaba un poco nerviosa. Y decidió levantarse para dirigirse hacia donde la tortuga desovaría. A una distancia no muy lejana percato que algo se movía sobre la arena, lo que le impulsó a acercarse más, y se dio cuenta que era el reptil. Sin pensar dos veces se precipitó sobre la tortuga, y tocó con sus manos su duro caparazón. De repente los sintió pegajoso y trato de desprenderse en el acto, pero no lo logro.

Ella se agitaba desesperadamente para salirse del animal, mas este se movía hacia el mar. Antes de hundirse la desdichada dama pensó aterrada:

“Ya no podré disfrutar los momentos felices a lado de mi familia, nunca más los volveré a ver”.

A lo lejos el hombre divisó el calvario de su esposa y corrió en su ayuda. Anonadado observó como su compañera era arrastrada al mar por la tortuga. Ella anegada en lagrimas se dirigió a el en voz alta.

“Éste es mi fin, ahora que te dejo sólo, en mi ausencia enamorarás a otras mujeres, disfrutaras tu vida con ellas”.

Mientras gritaba, el reptil seguía adentrándose en el mar. Finalmente, como en un sentimiento de rabia y de culpa gritó:”

Para que no seas feliz, para que no seas de ninguna otra mujer, espero que cuando vayas al campo a trabajar, a buscar plátanos, algún espíritu del mal se tope en tu camino y te lleve a su hogar”

Así desapareció en la profundidad del océano, Olomakdilisob.

Cargado de nostalgia el hombre retornó a la comunidad donde le esperaba la suegra. Al arribar a la comunidad la suegra le preguntó enseguida por su hija. Él le relató lo sucedido y terminó diciéndole:

“Nunca mas Olomakdilisob compartirá con nosotros”

El no pudo soportar el sufrimiento que embargaba su suegra. Entonces decidió irse al campo, a aventurarse sin rumbo fijo.

En el trayecto de su camino se le apareció una mujer joven, que le pregunto:

“¿Qué le pasa, a donde se dirige usted?”

Él le contesto que a ningún lugar en particular. Le narró todo lo que le ocurrió y lo que le pasó a su señora. Ella emocionada por la historia le convidó a su morada. De pronto el hombre se dio cuenta que estaba en un sitio extraño. Estaba en la cuarta capa de la tierra donde pasaba un caudaloso río,  se veía muchas flores de diferentes clases, mujeres y jóvenes, pero todo era extraño para él, ya que en su vida nunca había visto algo similar.

Mientras él seguía los pasos de la muchacha por el camino que conducía a su morada, escuchaba los murmullos de las doncellas sobre su fisionomía.

Para la gente,  él era una persona extraña, de aspecto diferente a los hombres del pueblo, ya que era más guapo, de nariz era aguileña, ya que los del lugar eran de nariz achatada. En aquel sitio raro lo consideraban como descendiente directo del Todopoderoso.

Las mujeres  de ese lugar misterioso le designaron una labor: lavar las ropas sucias de ellas, pero tenia que empezar esa faena desde que aparecieran y culminaran los rayos del sol.

 Un día, él retornó temprano a casa y ellas protestaron por incumplir el horario. Como cástigo le ofrecieron un poquito de comida y un poquito de chicha, y le azotaron con una soga.

Al siguiente día ocurrió lo mismo, y quisieron aplicarle el mismo castigo y él se rebeló ante este sometimiento, y reflexionó que si él era descendiente del Todopoderoso entonces pudiese enseñar su furia. Y así demostró su poderío.

Durante su estadía en ese poblado se hizo muchas amistades, quienes lo convidaron a asistir a una ceremonia de chicha fuerte a un lugar llamado Muu Simu Ibisogdedibali (océano)

Esagunabiabalele sin pensar mucho aceptó la invitación de sus amistades a la gran ceremonia. Al día siguiente se dirigió al lugar de la cita y por el camino se topó con diferentes seres que habitaban en las profundidades del océano, y observó los movimientos o costumbres raras de ellos.

En su recorrido por esos lares, visitó a ciertos señores como Machi Olosuidableginya (una especie de pez), este le preguntó que a donde se dirigía, Esagunabiabalele le respondió que se iban a lo más misterioso de los mares para tomar chicha fuerte.

Prosiguió su andanza al lugar del destino donde le espera la diversión y el encuentro con los seres de otras dimensiones.

Ya en el poblado, donde se ha de efectuar la ceremonia, se dirigió directamente al lugar de los hechos y conoció a buenos amigos quienes lo saludaron y se alegraran por su visita.

Esagunabiabalele, felizmente entro a la casa de la chicha fuerte, y se acomodó en un lugar a esperar la atención de las personas que repartían la bebida amarga, el cual hacia que la gente se emborrachara.

Pasaban horas y horas y la chicha hacia cada vez mas afecto al organismo de Esagunabiabalele, quien comenzó a entonar su voz con los cantos sagrados de sus ancestros.

Esa voz llamó la atención de la gente y por consiguiente se aglomeraron alrededor de él, lo que provocó, celos entre los comuneros, por lo que  tuvo problemas y peleas.

En ese sitio estaba una doncella quien vio a un hombre parecido a su marido, se le acercó y le preguntó por su nombre y él le respondió:

“Mi nombre es Esagunabiabalele”.

De esa forma entablaron una conversación donde él le contó lo que le sucedió a su esposa. La mujer se presentó como Olomakdilisob, y también le narró toda su experiencia.

Por fin los dos se encontraron en la profundidad del océano y siguieron viviendo juntos.